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La "fruta del dragón" que se cultiva en La Indiana y ha llegado hasta Suiza

Dúctor cultiva dos tipos de pitaya: ambas con el exterior rojo, unas con la pulpa roja y otras blanca, en las que el sabor difiere muy poco. // María José García

Dúctor cultiva dos tipos de pitaya: ambas con el exterior rojo, unas con la pulpa roja y otras blanca, en las que el sabor difiere muy poco. // María José García

El economista Pedro Dúctor comenzó a producir la pitaya en 2019 y, este año, la climatología ha beneficiado a esta fruta, con una cosecha que ronda los 2.000 kilos y con pedidos internacionales

26 Nov 2021 - 10:38 // Charry TV Noticias

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A esta fruta se le atribuyen numerosas propiedades: es antioxidante, saciante y antiinflamatoria. // María José García
A esta fruta se le atribuyen numerosas propiedades: es antioxidante, saciante y antiinflamatoria. // María José García

María José García

A finales de 2019 el economista rondeño Pedro Dúctor comenzó a cultivar la pitaya, conocida como ‘la fruta del dragón’ por su aspecto rosado, originaria de Centroamérica y ampliamente cultivada en países asiáticos, ante la gran expectación que había suscitado un fruto al que se le atribuyen numerosos beneficios para la salud.

Se trata de un producto rico en vitamina C, antioxidante, con propiedades antiinflamatorias; saciante, por lo que se recomienda su consumo en dietas de adelgazamiento; y, además, favorece el tránsito intestinal, por lo que se ha llegado a catalogar a la pitaya como un ‘súper alimento’.

En los países de América Central se refieren al fruto como la “pitahaya” y la diferencian de lo que aquí en la comarca se entiende por “pitaya”. Dúctor supo de la fruta por primera vez gracias a un vídeo que vio por casualidad en la red social Facebook y, posteriormente, decidió informarse, contactar con productores y estudiar las posibilidades de producir la pitaya en la Serranía.

El rondeño ha crecido en el seno de una familia de agricultores, fundamentalmente dedicados al cultivo del cereal, pero, ante las horas bajas que atravesaba este cultivo con la irrupción de la pandemia, el economista decidió lanzarse a probar con este, más innovador y cuya demanda superaba su oferta con creces.

De hecho, Dúctor asegura que desconoce a otros productores de pitaya en la Serranía, aunque sí sabe de terrenos donde esta se cultiva en localidades como Alcalá del Valle. Mientras que la primera cosecha, la de 2020, resultó con unos 500 kilos de esta exótica fruta, en la campaña actual la producción prácticamente se ha cuadruplicado, ya que, pese a que hasta mediados de diciembre aún quedan unidades por recoger, Dúctor estima que esta se saldará con unos 2.000 kilos.

A diferencia de otros cultivos autóctonos como la castaña o la aceituna, que se ha visto duramente castigados por la sequía que está caracterizando a este otoño, la pitaya ha encontrado en este clima el aliado perfecto para su desarrollo.

“Paradójicamente, la sequía le ha venido bien a esta fruta. El clima ha sido seco y cálido, las temperaturas han sido muy moderadas con escasas precipitaciones. Como se cultiva en invernaderos, hay menos humedad y no hay tanta proliferación de hongos. Aunque para el resto del campo ha sido catastrófico, para esta planta le ha venido bastante bien”, reconoce el agricultor.

En La Indiana, donde se ubica la plantación de Dúctor, se cultivan dos tipos de fruta que podemos encontrar: aquellos rojos en el exterior con la pulpa blanca o bien con la pulpa roja; mientras que existe un tercer grupo: las pitayas con la cáscara amarilla e interior blanco. Dentro de estos grupos se dan muchísimas variedades. Otra de las peculiaridades de la pitaya es su proceso de floración, que se sincroniza con las fases lunares y determinan la producción, concretamente durante las noches de luna llena. El hecho de que nuestro entorno no cuente con los animales que suelen llevar a cabo la polinización obliga a realizarla manualmente. La flor de la pitaya es frágil, crece de noche y se marchita en torno a las 11:00 de la mañana siguiente.

Un producto que ha llegado hasta Suiza

Dúctor ha detectado un interés creciente por la pitaya desde que la produce. Para él es importante que buena parte de lo que se genera se quede en la comarca, aunque admite que ya dado con distribuidores de otros puntos de España e, incluso, del extranjero.

“En Ronda la vendemos en Ecobodegón de la Calle Sevilla, Hiperfruta en Calle Granada, o en el Mercado de Abastos, en el puesto de fruta ecológica, son algunos de nuestros puntos de venta. También tenemos distribuidores locales, como Frutas Gómez, que reparte por toda la Serranía y distribuidores de fuera de aquí: de Málaga o incluso se han llevado a Valencia, que mandan fruta para Madrid. También he mandado directamente el primer pedido a un distribuidor de Bern, Suiza. A ver cómo va la cosa, si va bien también tendremos mercado en Suiza”, avanza el rondeño.

La reducida oferta y gran popularidad de la pitaya hace que cuente con precios altos. Como cuenta el agricultor, en los establecimientos mencionados de Ronda y la comarca, el kilo se vende a unos 10 u 11 euros, mientras que, en otras ciudades como Madrid o Barcelona, el kilo puede llegar a costar entre 15 y 20 euros.

Dúctor argumenta que trata de evitar intermediarios en la comercialización de la pitaya, a fin de “defender el producto”, aunque cuenta que en determinados momentos de la cosecha se dan picos de producción que le llevan a recurrir a terceros para dar salida a la fruta, que alcanza la adultez a los cuatro años de su cultivo. Dúctor admite que, tras estas dos primeras cosechas, la pitaya aún no es un producto rentable: “Espero que para el año que viene tengamos una producción más decente y ya empiece a amortizar lo invertido aquí”.

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