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"La justicia española"

Casos como el de Marta del Castillo demuestran que la balanza no es lo justa que nos intentan hacer creer.  // CharryTV

Casos como el de Marta del Castillo demuestran que la balanza no es lo justa que nos intentan hacer creer. // CharryTV

Artículo de Opinión de Manolo Guerrero, redactor de Canal Charry TV

13 Jan 2012 - 21:31 // Charry TV Noticias

Decía el andalucista Pedro Pacheco, quien fuera alcalde de Jerez de la Frontera entre 1979 y 2003, que "la justicia es un cachondeo". Y pensándolo bien, me parece una de las frases más coherentes y acertadas que han salido de la boca de un político, del color que sea, en el último cuarto de siglo. Hoy, un viernes fatídico para una familia sevillana que no ha podido aún siquiera dar el último adiós a su hija Marta, se ha comprobado una vez más que así es. Es más, pienso que la justicia no es lo único en un país cada vez con menos valores como el nuestro, que se ha hecho acreedora de semejante calificativo.

Miguel Carcaño, autor confeso del crimen, ha sido el único condenado por los hechos acaecidos en 2009. Eso sí, una condena de apenas veinte años que mucho me temo que con nuestro actual sistema penitenciario, se verá reducida en unos cuantos, con lo que casi llegará a tiempo para ver tranquilamente en casa las Olimpiadas de Río de Janeiro en 2016 y sorprendernos de nuevo en televisión con esos modelitos tan fashion, a lo Cristiano Ronaldo, de los que tanto él como sus encubridores han hecho gala en sus múltiples visitas a la Audiencia Provincial de la capital hispalense. Sus tres compinches, esos que lo han ayudado a reirse de una familia y de un país entero, los mismos que no han dejado a los padres de Marta ver a su hija por última vez y que han provocado un desembolso de más de cien millones de las antiguas pesetas en las tareas de búsqueda de un cuerpo que aún no ha aparecido, se van de rositas.

Porque estos valientes, capaces de matar y ocultar el cuerpo de una niña de 17 años, tienen clara una cosa: que la pena impuesta no es para nada proporcional al daño causado. Que España es un país de pandereta, donde incluso hay medios de comunicación que les dan cabida porque prefieren aumentar su audiencia a mantener la dignidad. Y eso sucede porque hay gente que consume y se alimenta de semejante bazofia. Porque estamos consiguiendo que muchos de nuestros jóvenes opten por hacerse famosos a toda costa, en vez que trabajar con honradez y dejar vivir en paz al prójimo. Y porque con tanta basura televisiva, tanto pan y circo y semejante merma de humanidad y razón, cada vez se valora menos la vida de los demás.

En nuestra comarca padecimos hace ahora un año un caso similar que terminó con la muerte, tan salvaje como cobarde, de María Esther Jiménez, una arriateña de sólo trece años con una vida entera por delante. La "justicia" determinó a mediados de diciembre que su asesino, menor de edad cuando cometió el crimen y absoluto conocedor de la ley, comience a cumplir la pena en un piso tutelado, es decir, conviviendo en grupo, con un plato de comida caliente y todas las comodidades posibles. Una situación que ya quisieran para sí miles de españoles honrados que trabajan día a día, o lo intentan, para sacar adelante a sus familias y dar a sus hijos algo que echarse a la boca.

En nuestro país también se negocia con los terroristas y se usa a las víctimas y sus familias como monedas de cambio para intentar conseguir los votos de una sociedad desorientada, hastiada de los problemas del día a día gracias a una clase política inepta y corrupta.

Por no hablar de casos como los de Iñaki Urdangarín o José María del Nido. Estos "presuntos" ladrones de guante blanco no se manchan las manos de sangre, pero la actuación de la justicia evidencia que, si tienes poder y dinero, tranquilo, ya encontrarán la forma de que tus huesos jamás pisen una cárcel.

Toca hacer análisis de conciencia. Y sobre todo, es la hora de actuar, solidarizarse con las familias de las víctimas y exigir que la libertad tenga el mismo precio para todos. Y que los asesinos, ladrones y corruptos, sientan y padezcan sobre sus carnes que la justicia verdaderamente no es un cachondeo.

Manolo Guerrero

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