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Juan Antonio Pinteño: “¿Por qué me voy a jubilar si soy feliz con mi negocio?”

El talabartero posa con la pieza más valiosa, un aparejo con confeccionó junto a sus padres y que usó su hijo en una feria de Pedro Romero.  // CharryTV

El talabartero posa con la pieza más valiosa, un aparejo con confeccionó junto a sus padres y que usó su hijo en una feria de Pedro Romero. // CharryTV

Comenzó con su padre en la plaza de toros de Ronda. Hace 25 años se trasladó a la calle Jerez y su guarnicionería es de las pocas que quedan en España.

08 Jul 2025 - 09:59 // Charry TV Noticias

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Juan Antonio sigue cosiendo con esta máquina Singer del año 1913, regalo de su padre. // CharryTV
Juan Antonio sigue cosiendo con esta máquina Singer del año 1913, regalo de su padre. // CharryTV

Su padre, fundador de la empresa, sigue estando presente en la tienda.  // CharryTV
Su padre, fundador de la empresa, sigue estando presente en la tienda. // CharryTV

Paloma González

La talabartería es un oficio al que ya muy pocos se dedican de manera profesional. La gran competencia de productos manufacturados y el cambio de preferencias de los consumidores están acabando con uno de las profesiones más antiguas y con mayor peso en el pasado en algunos municipios como Ronda.

Juan Antonio Pinteño es la resistencia. "Para que lo entendais, la talabartería es para los animales de campo, para trabajar. La guarnicionería es lo mismo, pero para los caballos. Las piezas tienen nombres diferentes, materiales distintos, etc.". 

Este rondeño ya podría estar jubilado, disfrutando de un merecido descanso después de más de 40 años de labor, pero se niega a abandonar su taller. “Si es que a mí me encanta lo que hago, lo disfruto, me da la vida y soy feliz aquí. Para mí no es un trabajo, es una afición”, asegura.

Juan Antonio aprendió de su padre siendo un niño. Juan Pinteño y Juan Bullón tenían una pequeña empresa de talabartería y guarnicionería en los aledaños de la Plaza de Toros de Ronda, donde el pequeño aprendiz pasaba las horas. 

Cuando el segundo socio murió en 1972, el padre de Juan Antonio se hace cargo del negocio. El hijo comenzó a trabajar de manera oficial con 22 años y tras la jubilación del padre en 1992, toma las riendas.

En el año 2000 deja el tradicional taller junto al coso rondeño y se traslada a la calle Jerez, donde permanece actualmente. No es un local muy grande, pero cuenta con el espacio necesario para poder trabajar. En su ordenado desorden, encontramos una máquina de coser fabricada en Escocia en 1913, regalo de su padre.

“Es el ejemplo perfecto de que la calidad hay que pagarla, pero te puede durar toda la vida. Todo lo he cosido con ella, es una maravilla y apenas tiene mantenimiento”, señala.

Estos meses atrás ha tenido mucha faena. En la ciudad no cuenta con muchos clientes, pero sí con multitud de encargos del resto de la comarca, de la sierra de Cádiz y de otras provincias.

“Lo curioso es que cada año que pasa, tengo más trabajo. Sí, hay muchas tiendas hípicas, pero son como supermercados de la equitación. Ni el trato, ni la atención ni la calidad del producto es igual que en una guarnicionería. Es que ni en Jerez, que es la cuna del caballo, quedan tiendas de este tipo”, asegura.

También hace envíos a Gerona. Allí se encuentra su hijo Raúl, que es el responsable de un centro hípico, referente en Cataluña de equitación inclusiva.

Sin embargo, el guarnicionero experto en caballos no sabe montar. En casa del herrero, cuchara de palo. Así es Juan Antonio. Con su radio siempre encendida haciéndole compañía, su escoba preparada para barrer todos los días su trocito de acera antes de comenzar la jornada y con la sonrisa intacta para saludar a todo el que pase por la puerta.

Juan Antonio vende muchas cosas, pero hay una pieza que tiene un valor incalculable, aunque tampoco hace falta estipularlo porque su propietario no piensa venderlo.

“Este aparejo lo empezó mi padre, mi madre hizo el fleco y yo hice el montaje. Los tres participamos en esta prenda que después llevó mi hijo en una feria de Pedro Romero. Es más, Raúl se lo quiere llevar y le he dicho que de aquí no sale”.

Finalmente, Juan Antonio se muestra optimista ante el futuro que le espera a este oficio en general y a su negocio en particular, a pesar de las circunstancias económicas y sociales:

“Sé que hay gente que trabaja en casa el cuero así que confío, y ese es mi deseo, que Guarnicionería Pinteño siguiera con otra persona al frente. Porque, además, estoy convencido de que en algún momento volveremos a valorar la calidad y el ahorro que supone a largo plazo. Yo, de momento, voy a aguantar un par de años más”, afirma. 

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