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La Legión: De misión por Navidad
El sargento Márquez, perteneciente a la 3ª Compañía de la Xª Bandera, durante la cena de Nochebuena en el KTC de Koulikoro // CharryTV
Artículo de opinión de Manolo Guerrero
27 Dec 2019 - 11:39 // Charry TV Noticias
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Especial EUTM-Mali XV, desde Koulikoro // CharryTV
Hace escasas semanas desplegaron en Mali (en el Cuartel General de Bamako y en la base Boubacar Sada Sy de Koulikoro) más de 120 legionarios de Ronda pertenecientes al 4º Tercio, con la Xª Bandera Millán-Astray como unidad principal y más de una treintena de efectivos del Grupo de Caballería Reyes Católicos en Líbano, que pasarán los seis próximos meses en la base Miguel de Cervantes, cerca de la ciudad de Marjayoun, formando parte de un contingente que integran en su mayoría unidades de la Brigada de La Legión.
Están participando en dos misiones, EUTM-Mali XV y Libre Hidalgo XXXII, respectivamente, dentro de los ciclos de rotación de las Unidades del Ejército de Tierra en este tipo de operaciones, y que en esta ocasión han correspondido a la Brigada de La Legión.
En este 2019 que se apagará en apenas horas se ha cumplido el trigésimo aniversario de la primera participación de España en misiones, aunque solo siete observadores militares participaron en UNAVEM I, en la primera misión, que tuvo lugar en Angola. En 1991 la Bandera Roger de Flor, perteneciente a la Brigada Paracaidista, se estrenó en el Kurdistán iraquí como unidad militar española pionera en zona de operaciones.
Poco después, en septiembre de 1992, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas dispuso el envío de fuerzas multinacionales en misión humanitaria a Bosnia-Herzegovina, escenario que abrió la Agrupación Táctica Málaga, con el Tercio Alejandro Farnesio como unidad base y el Coronel Francisco Javier Zorzo al frente del contingente.
Desde entonces La Legión ha estado a la vanguardia y ha sido la primera unidad española en desplegar en países devastados por la guerra, ayudando a garantizar un entorno seguro y buscando el retorno de la normalidad social y política en numerosos escenarios.
Los tiempos han cambiado y los despliegues actuales son muy diferentes a los de entonces. En esa época La Legión estaba mal vista, el ambiente reinante en nuestro país era eminentemente pacifista y existía miedo a participar en misiones en el exterior por la repercusión negativa que la presencia de tropas españolas en otros territorios podía despertar entre la sociedad, y muy especialmente por la alta posibilidad de que se produjesen bajas y cómo iban a ser asumidas por la población.
A comienzos de los 90 nuestros gobernantes, presionados por otros países para que España asumiera su responsabilidad en la seguridad internacional, decidieron mandar a Bosnia a una Legión que estaba disuelta en la mesa del Ministro. A una misión en mitad de una guerra civil y con un altísimo riesgo para nuestras tropas, en la idea de que a pocos les importaría lo que pasara con nuestros legionarios. Nadie iría a manifestarse en contra del despliegue de nuestros soldados ni temería por su seguridad.
Las primeras bajas del Ejército español en el exterior fueron de legionarios, en Los Balcanes. Una misión dura, con un riesgo altísimo y en la que consiguieron ganarse el respeto y el cariño de pueblos como el bosnio, de sus tres etnias en conflicto, y que como he podido comprobar recientemente en primera persona se mantiene en las ciudades más castigadas durante la guerra como Mostar o Sarajevo.
La Legión no tardó mucho en ganarse un prestigio y pasó a convertirse en la unidad que abría escenarios y comenzaba su labor en bases que en nada se parecen a las actuales, continuando después la rotación otras unidades. La Legión representó a nuestro país como primera unidad no solo en Bosnia-Herzegovina, sino también en territorios tan castigados como Albania, Kosovo, Iraq, Afganistán o Líbano. Y siempre cumpliendo con nota a todos los niveles.
En mis salidas a países en los que ha estado o está presente La Legión es fácil percatarse de cómo ha influido el carácter abierto de los españoles y de los legionarios en particular para aproximarse a la gente. Eso de “ganar los corazones y las mentes”, expresión que utilizó por vez primera el general francés Louis Hubert Lyautey en la campaña contra la insurgencia de las Banderas Negras en la frontera entre China e Indochina en 1895, y que emplearon luego los británicos durante la Emergencia Malaya y los estadounidenses en la Guerra de Vietnam. Los legionarios españoles lo han conseguido y Mali y Líbano son dos claros ejemplos en la actualidad.
En lugares en los que se vivió el terror como Mostar no es difícil encontrar a gente que chapurree el castellano. Y si paseas por enclaves turísticos como el Stari Most (Puente Viejo en bosnio) y te preguntan por tu procedencia, el trato mejora considerablemente si te identificas como ciudadano español, especialmente entre la población que vivió el conflicto y pudo observar la forma de trabajar de nuestros legionarios, sus valores y su cercanía con la sociedad local, la capacidad para ponerse en el lugar de quien tiene que abandonar su casa o ha perdido a alguien de su familia.
No en vano había que vigilar, en aquellas primeras misiones, que los legionarios comieran al menos parte de sus raciones y no las repartiesen íntegras entre la población necesitada. Y eso en contraste con las tropas de otros países que se mantenían distantes ante el sufrimiento que contemplaban.
La Legión comenzó a participar en misiones casi de tapadillo, pero no tardó mucho tiempo en convencer a políticos y civiles por su buen hacer. Tanto, que el secretismo inicial que rodeaba una misión se tornó en parafernalia y las unidades que desplegaban en zona de operaciones comenzaron a ser despedidas en formaciones multitudinarias en las que la clase política ya sí participaba con convencimiento. Se entregaban corbatas a los banderines o medallas de la ciudad en los ayuntamientos, había recepciones oficiales... Un giro de 180 grados.
En la actualidad, casi 3.000 soldados españoles están desplegados en más de una veintena de misiones bajo las banderas de la Unión Europea, la OTAN, Naciones Unidas, la OSCE o Coaliciones Internacionales. Y el recelo de las primeras misiones y las despedidas por todo lo alto de las siguientes se han convertido en normalidad, casi en rutina. Tanto, que buena parte de la sociedad desconoce que La Legión cuenta ahora mismo con efectivos desplegados, además de en Mali y Líbano, en países como Afganistán, Iraq y Somalia.
Una normalidad que no ha llegado fruto de la casualidad y de la que son responsables en buena medida los legionarios que participaron en las primeras misiones, que inicialmente se prolongaban por espacio de cuatro meses, en tiempos en los que, por ejemplo, comunicarse con la familia era toda una odisea. No había teléfonos móviles y disponían de una tarjeta telefónica de 15 minutos al mes con lo que, en el mejor de los casos, podían hablar una hora con los suyos durante toda la misión. Tampoco era fácil, porque las colas en las cabinas prefabricadas que se habilitaban en las bases eran interminables.
Unas bases en las que tampoco había comodidades. Al abrir el escenario La Legión, en muchas ocasiones los primeros desplegados dormían en tiendas y se alimentaban a base de raciones de previsión hasta que se contrataba por concurso una UTE y se montaban la cocina y los comedores. A partir de ahí, los legionarios volvían a casa y llegaba otra unidad, que continuaba con las mejoras de la base y conseguía terminar comiendo en caliente.
Desde entonces, las bases con presencia de tropas españolas han evolucionado y se han adaptado al presente. Y La Legión, cuyos efectivos han contribuido además en la reconstrucción de carreteras y colegios en países castigados por los conflictos y en vías de desarrollo, ha sido capaz de “ganar los corazones y las mentes” de quienes habitan en esos territorios… pero también de los propios españoles.
Y una vez más, como en tantas ocasiones, nuestros legionarios pasan la Navidad sirviendo a su país, lejos de casa.
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