Paco Guerrero lleva en el sector de la hostelería más de cuatro décadas. Su amplia trayectoria y experiencia profesional le han servido para crear un negocio exitoso que se ha convertido una de las opciones preferidas por rondeños, serranos y visitantes. Lleva por nombre Bodega San Francisco y se encuentra en la calle Comandante Salvador Carrasco, frente a la zona azul de aparcamientos. En este punto llevan instalados siete años, aunque sus orígenes son anteriores.
“En el Barrio de San Francisco estuvimos 30 años y nos trasladamos al centro en 2019. En este tiempo han cambiado algunas cosas gracias a la tecnología. Las comandas, por ejemplos, ya se hacen directamente con la PDA. Otras han empeorado, como los precios y los impuestos”, explica Guerrero.
Este empresario cuenta con 17 trabajadores y asegura que no es fácil mantener el equilibrio económico para no encarecer su carta. “Lo que queremos es que sean precios asequibles, baratos, al alcance de todos los bolsillos. De momento lo estamos consiguiendo”, añade. Esto puede deberse a la gran cantidad de clientes con los que cuenta, ya que es bastante habitual encontrar su terraza llena cualquier día de la semana, tanto de día como de noche.
“La verdad es que estamos muy agradecidos porque sabemos que hay gente que viene directamente a comer aquí, otros que se toman su cervecita casi a diario y otros muchos, sobre todo turistas, que deciden sentarse aquí al ver la carta o porque se lo han recomendado donde se están alojando. Claro, los rondeños se cabrean cuando ven que está lleno de extranjeros y no hay sitio”, bromea Guerrero.
No obstante, este empresario destaca que la cuantía no lo es todo. “Tú tienes que mantener una calidad y un servicio adecuado. El cliente no va a repetir si le ofreces un plato muy barato, pero de pésima calidad. Esto es importante”.
Paco asegura sentirse orgulloso de ver cómo sus clientes están dispuestos a esperar hasta hora y media en la calle para coger una de las 45 mesas de las que dispone entre los tres locales contiguos que conforman el establecimiento. “Esto es una locura. A medio día pueden comer unas 200 personas y por la noche otras 200. Hay días que a las siete y media de la tarde ya tengo más de 30 personas comiendo”.
Respecto a tapas, no pueden faltar el aguacate relleno, el rollito de salmón, el pincho de gamba o el filetito. La oferta es bastante amplia ya que también se sirven muchas raciones de presa, secreto o pulpo, entre otros.
En la mente de Paco ya no cabe el volver a cambiar de ubicación. Su objetivo es jubilarse aquí, aunque aún no sabe cuándo llegará el momento pues la pandemia lo cambió todo: “Cuando nos vinimos, mi idea era trabajar un par de años más y alquilarlo. Pero llegó la pandemia. Lo pasamos muy mal y perdimos mucho dinero. Afortunadamente nos hemos recuperado, pero es una plantilla fija muy amplia y no es sencillo. Voy a intentar aguantar cinco años más y a ver si mi hijo o alguien se quiere hacer cargo”.
Mientras tanto, el Real Madrid y La Legión, dos de sus amores, seguirán decorando las paredes de este negocio que ha levantado a base de mucho esfuerzo y trabajo. “Mi padre estaría muy orgulloso. Recuerdo que tenía 16 años cuando le dije que me iba de camarero. Espero que desde el cielo esté viendo a dónde ha llegado su hijo”, desea.










