Zunifredo García comenzó a dar clases en los años 50 y fue director del colegio Virgen de la Concepción de Montejaque desde 1960 hasta su jubilación. Conoce mejor que nadie cómo ha cambiado la educación en este país, especialmente en su pueblo:
“La escuela que teníamos era anterior a la República, con dos aulas preciosas, al estilo del Juan Carrillo de Ronda, aunque tenía solo lo esencial. Cuando me nombraron director tuve que tirar el edificio con todo el dolo de mi corazón porque se nos había quedado pequeño y anticuado”.
“El Doctor Vázquez decía que esto era la Atenas de la Serranía”, asegura. Nos explica que fue este médico el que donó el dinero necesario para construir lo que entonces llamaban la academia.
“Teníamos la micro escuela y la Primaria, a la que iban los niños. Gracias a este, hombre pudimos incorporar el Bachiller. Esto permitió que muchos jóvenes pudiesen seguir estudiando. Antes no todo el mundo se lo podía permitir. Aquí venían de otros lugares como Benaoján o la propia Ronda. Además, el Doctor Vázquez organizaba charlas cultures todos los meses”, recuerda.
No había instituto en Ronda por lo que los estudiantes tenían que ir a Antequera a examinarse. No obstante, Don Zuni se siente muy orgulloso de la enseñanza de Montejaque. “De aquí han salido maestros, médicos o ingenieros. Todos muy bien formados”, añade.
Este hombre ha sido testigo de muchos cambios normativos. Entre ellos, la unificación: “Antes de juntar a los niños y a las niñas, tuvimos que prepararlos, no estaban acostumbrados y no queríamos problemas”, apunta.
Imelda Díez no presenció este momento porque ya se había marchado de Montejaque. Ella fue maestra de las niñas durante dos años. Natural de Soria, llegó el pueblo en 1965, con 20 años.
“Estaba en Igualeja y me aconsejaron venirme aquí porque era más grande y tenía más vida. Al final estuve dos cursos y di clases a unas 40 niñas”, explica.
Mari Conchi fue alumna suya: “Era estupenda. Yo recuerdo sus clases con mucho cariño. Y mira que sólo teníamos la enciclopedia, una pizarra, una tiza, papel y lápiz. Pero éramos muy felices”.
Esta montejaqueña se considera una privilegiada ya que ella pudo continuar su formación en la escuela parroquial, donde estudió el Bachiller y de ahí pudo ir a la universidad. “Las niñas faltaban más al colegio porque no era obligatorio y tenían que ayudar en casa”, destaca.
El número de alumnos ha descendido debido a una disminución de la población y de la natalidad, pasando de más de 200 hace 50 años a menos de 100. No obstante, Imelda considera que la calidad de la enseñanza ha ido mejorando:
“Muchos dicen que los niños de antes eran más felices que los de ahora, pero en lo que a enseñanza se refiere, estos tiempos son mejores. Antes había más limitaciones y los docentes de ahora están mejor formados. El problema es que los padres se han olvidado de que la educación de los hijos es de ellos. La escuela no puede hacer todo el trabajo”.