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El Portón cierra sus puertas tras más de cuarenta años de servicio

l local, que a lo largo de los años se convirtió en un auténtico punto de encuentro, ha sido más que un bar para quienes lo frecuentaban // CharryTV

Javier y Teresa, al frente del bar estos últimos años, se despidieron entre emociones, agradecimientos y una última fiesta rodeados de clientes convertidos en amigos

Alejandro Portillo 

El mítico bar El Portón, situado en la calle Pedro Romero, bajó ayer definitivamente la persiana tras más de cuatro décadas de historia en la hostelería rondeña. Javier y Teresa, quienes han estado al frente del local durante estos años, vivieron una jornada cargada de emociones junto a clientes y amigos que no quisieron faltar a la despedida.

“Con nostalgia, porque ha sido una vida entera aquí”, reconocía Javier, que comenzó en el bar en 1992 como empleado antes de hacerse cargo del negocio. “Me cuesta trabajo desprenderme de todo esto, porque son muchos recuerdos, pero es una nueva etapa que tenemos que emprender”.

El local, que a lo largo de los años se convirtió en un auténtico punto de encuentro, ha sido más que un bar para quienes lo frecuentaban. “Nuestros clientes no son clientes, son amigos, son familia”, destacaba emocionado Javier.

Teresa, que ha acompañado a su marido al frente del negocio en los últimos años, subrayaba el esfuerzo que siempre han puesto en hacer sentir a todos como en casa: “Hemos intentado que aquí se sintieran como en su casa”.

La última noche de El Portón no fue una más. A partir de las nueve, el bar acogió una fiesta improvisada en la que se mezclaron risas, abrazos y alguna que otra lágrima. “Hoy hasta que los clientes quieran, y mañana cerrado”, comentaba Javier con gratitud.

De todos estos años, la pareja se queda con el cariño recibido. “Ha habido momentos buenos y malos, nada es fácil, pero yo me quedo con mis clientes. Ellos nos han apoyado siempre, y eso no se olvida”, añadía Javier.

El Portón se despide, pero el recuerdo de su barra, de sus conversaciones interminables y de sus últimas “cervecitas” seguirá vivo en la memoria de Ronda.