En mayo de 1937 nació en Grazalema, en la calle San José, Antonio Astete Jarillo, un ex funcionario de obras públicas que a sus 85 años sigue practicando con regularidad una de sus grandes aficiones, el ciclismo.
Su primer contacto con una bicicleta se produjo cuando realizó el Servicio Militar. Nunca antes había montado en bicicleta. Miembro de una familia ganadera muy humilde de seis hermanos, todos varones, apenas tuvo juguetes durante su niñez.
“Comenzamos a trabajar siendo muy pequeños y nos divertíamos con las cosas del campo. Ni siquiera fuimos a la escuela. Lo poco que sabíamos no lo enseñaba un maestro rural con el que dábamos clase una vez por semana”, explica.
Sus padres fueron nómadas hasta el año 1950, cuando pudieron comprar una finca en la Sierra de Líjar (Algodonales). Al volver de la mili, sí pudo conseguir una bicicleta que utilizaba como medio de transporte, aunque le duró poco: “Los caminos de la sierra no eran muy propios para usar la bicicleta, así que terminé por dejarla”.
Sin embargo, tres décadas después, ya con 55 años, instalado en Ronda y con un buen trabajo, su hijo le animó a practicar el ciclismo en su tiempo libre. “Al principio no podía, me costaba muchísimo. Pero al poco tiempo, no sólo mejoré, sino que eran ellos, más jóvenes que yo, los que se quedaban atrás”, asegura.
Desde entonces, no ha dejado de practicar. Ni siquiera una importante operación de cadera en el año 2015 le ha impedido seguir disfrutando de su gran pasión.
Miembro del Club Ciclista Rondeño, Antonio Astete ha realizado muchas rutas en la comarca de Ronda. Una de sus favoritas es la del Puerto del Viento, a la entrada de El Burgo. También siente un cariño especial por la subida al Puerto de las Palomas, en la sierra de Grazalema. La última vez que la hizo fue hace 10 años, partiendo desde Ronda.
En este sentido, reconoce que cada vez los itinerarios son más cortos. No obstante, sigue siendo capaz de realizar más de diez kilómetros sin descansar y por nada del mundo se plantea cambiar su bicicleta tradicional de marchas por una eléctrica.
“Tenía una, pero se la he dejado a mi hijo porque él no está bien de las piernas. No me inspiró mucha confianza porque pesaba mucho y creo que era un poco grande y muy alta para mí. Me gusta más la mía”, declara.
Padre de cinco hijos y abuelo de ocho nietos, Antonio Astete seguirá recorriendo los caminos de Ronda en su bicicleta “hasta que Dios quiera”.





