La Hermandad de Los Gitanos cerró como suele ser tradicional el Domingo de Ramos. Con alrededor de quince minutos de retraso la Cruz de Guía salió al Pasaje Sacristán Vicente Becerra, donde se concentraban cientos de personas para asistir a la salida procesional en un ambiente marcado por las candelas, el humo y el olor a romero.
Respeto, recogimiento y silencio mientras Nuestro Padre Jesús de la Salud descendía por la rampa para alcanzar la plaza del Silencio, interrumpido por la Marcha Real que interpretó la Agrupación Musical Virgen de La Oliva, de Vejer de la Frontera.
Por fortuna las previsiones meteorológicas se cumplieron y a pesar de los chubascos débiles que se registraron minutos antes del inicio de la estación penitencial, la lluvia ya no hizo acto de presencia.
Caminar imponente del Manué, cuyo Paso estrenó dorado en sus cuatro esquinas y la restauración de los ángeles. Tras él, María Santísima de la Amargura, con su característica tez morena y agitanada, que estuvo acompañada por un nutrido grupo de mujeres ataviadas con el traje de mantilla y las marchas de la Banda Municipal Nuestra Señora del Rosario, de El Cuervo.
El cortejo se detuvo en numerosas ocasiones, sobre todo en las callejuelas del casco histórico, donde varios saeteros cantaron a sus Titulares. Destacó un año más el buen hacer de las dos cuadrillas de costaleros, que caminaron con paso elegante antes de regresar pasada la medianoche a la Colegiata de Santa María La Mayor.





