Dicen los “apretaos” de estas fiestas, que el Carnaval termina para dar comienzo al siguiente. Desde aquí, mi agradecimiento, respeto y admiración al trabajo de muchos carnavaleros de Ronda que consiguen, año tras año, sacarlo adelante.
Sus letras tienen la obligación de ser críticas con la realidad del que las escribe y del que las canta, para hacer vibrar la conciencia, a veces dormida, del pueblo.
Imagínense un carnaval complaciente; sin capacidad para erizar la piel del que lo escucha; amable con los errores de gobernantes y fiscalizadores; dormido en el páramo del interés que a todos comporta estar bien con el que dispone y reparte…
No sería carnaval.
El papel de los carnavaleros, y más en una ciudad como la nuestra donde todos nos conocemos, es complicado a la paz que heroico: cantar su verdad molesta la alta consideración en la que algunos y algunas se tienen; a ellos mismos y a sus efímeras obras.
Dicen, los que observan la realidad con el catalejo de la experiencia, que algunos políticos están demostrando “poca correa”, en comparación con épocas anteriores. Imagino que aquellos que nos precedieron demostraron mayor humor y, por qué no decirlo, más inteligencia.
He tenido la gran suerte de conocer a mucha y variada gente del carnaval rondeño; y de ellos, ante una cerveza y una buena conversación, he aprendido la importancia de saber encajar la crítica; porque la crítica ayuda, como nada, a mejorar la labor pública que nos ha sido encomendada. A todos ellos y ellas, gracias por permitirme mirar al camino con ojos distintos.
Los políticos tenemos la obligación de ejercer la escucha: ¡Qué bien nos iría si oyésemos más y dijésemos menos tonterías! Y esa escucha puede llegar por muy distintos canales: el carnaval es uno de ellos.
Un político que cierra los ojos ante la cruda realidad de este contexto hostil, está inhabilitado para la función pública: Ésta, la política, dejó de ejercerse, desde hace bastante tiempo, en los despachos, y pide y reclama a políticos con suelas potentes en sus zapatos, que no tengan miedo a la frialdad, a veces, del asfalto.
Me hubiese gustado ver a la Alcaldesa de Ronda en el Teatro Municipal; en la Gala del Carnaval; en el Pregón; en la Cabalgata; compartiendo con todos nuestros carnavaleros, el sentir que todos llevamos, como una carga pesada e insufrible, en la memoria colectiva de Ronda, y que en otras ocasiones, más amables, no es difícil escuchar.
Carnaval de 2014, gracias.