Tras la culminación de los caminos del Albacar y los Arrabales, hace unos meses comenzaban los trabajos de recuperación del camino de Ollería y La Cijara. Una actuación cuyo presupuesto asciende a 188.000 euros, de los cuales el 90% será aportado por la Junta de Andalucía, y la cantidad restante por el Ayuntamiento de Ronda, que prevé su finalización a mediados de mayo.
El proyecto, que dirigen el arquitecto Sergio Valadez y el arquitecto técnico Francisco Gil, servirá para ampliar el circuito de caminos que rodean la ciudad, incrementando su valor paisajístico y ofreciendo un nuevo punto de vista a vecinos y visitantes que lo recorran, gracias a una intervención cuidadosa con su impacto ambiental y con un carácter reversible en el tiempo.
Valadez incide en la importancia del estudio previo: “Se hace una puesta en escena de qué es lo que vas a hacer, qué impacto va a tener, cómo se va a entender, qué significado tiene, cómo se va a interpretar. Es necesario hacer esta valoración previa porque no hay que olvidar que todo lo que estamos tocando son espacios de mucho valor”.
“Desde el principio planteamos en el proyecto materiales que sean de la zona, que tengan bajo impacto y que la huella que dejen en el propio camino sea la mínima, de forma que en el futuro si hay que modificar parte del trazado se pueda hacer fácilmente, por lo que el uso de hormigón no está contemplado en el camino”, sostiene por su parte Gil.
El proyecto se sirve de materiales y técnicas tradicionales, que responden a las necesidades actuales, como señala Valadez: “Nosotros intentamos usar los mismos materiales, con técnicas constructivas similares, aunque mejoradas, y con un lenguaje contemporáneo. Se trata de que se note que esto se ha hecho ahora, que quede de manifiesto la intención actual de recuperar ese patrimonio”.
Estas dos rutas eran originarias de la época nazarí y servían para la conexión de la ciudad, la medina, con los dos arrabales en los que se ubicaban artesanos y oficios como la alfarería y la curtiduría.
“Son dos elementos artesanales que hemos detectado como uso de este espacio, y además las curtidurías tienen que estar en una parte alejada de la medina por el tema de los olores, son pestilentes. Estaban en una zona que cumplía dos funciones: estaba fuera de la población y tenía el acceso al agua que tenemos aquí, el Guadalevín y el Arroyo de las Culebras”, argumenta la arqueóloga.
En contraste con su uso originario, comercial y de tránsito, hoy la actuación persigue dotar a estos caminos de una utilidad para el turista y para los rondeños, que tienen la posibilidad, como explica Delgado de “circunvalar la ciudad, siguiendo prácticamente las murallas”, a juicio de la arqueóloga los Bienes de Interés Cultural más importantes con los que cuenta Ronda.
“Parece que hay como una ola de conciencia social sobre el patrimonio en general, de puesta en valor y reconocimiento de la identidad propia”, admite Valadez, quien también alude a la utilidad de estas rutas para acercar espacios de la ciudad en apariencia alejados entre sí como el Barrio de San Francisco y el de Padre Jesús.


