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La bodega Descalzos Viejos cumple 25 años

Un cuarto de siglo de vino, arquitectura y cultura en el corazón de Ronda. // Alejandro Portillo

Un cuarto de siglo de vino, arquitectura y cultura en el corazón de Ronda. // Alejandro Portillo

Antiguo hogar de los Trinitarios Descalzos, es un lugar con un encanto único y unas vistas inigualables, donde el vino envejece bajo la atenta mirada de unos frescos del S.XVI

18 Jul 2025 - 16:47 // Charry TV Noticias

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Los Descalzos permanecieron en este edificio hasta 1664, año en que se trasladaron más cerca de la ciudad, a la ermita del Santo Cristo de las Penas, actual Iglesia de Santa Cecilia. // Alejandro Portillo
Los Descalzos permanecieron en este edificio hasta 1664, año en que se trasladaron más cerca de la ciudad, a la ermita del Santo Cristo de las Penas, actual Iglesia de Santa Cecilia. // Alejandro Portillo

La bodega en la actualidad recoge los resultados de años de trabajo constante para conseguir vinos con personalidad. // Alejandro Portillo
La bodega en la actualidad recoge los resultados de años de trabajo constante para conseguir vinos con personalidad. // Alejandro Portillo

Alejandro Portillo 

Ronda tiene lugares únicos, llenos de encanto, enclaves donde el tiempo parece detenerse, donde el embrujo florece y una simple puesta de sol provoca un magnetismo que ni el mejor pintor del mundo podría plasmar en su lienzo.

Uno de esos lugares es Descalzos Viejos, una bodega situada en la Cornisa del Tajo, un paraje de incomparable belleza. Allí nos recibe Flavio Salesi, quien, junto a su socio y amigo Francisco Retamero, dio inicio a este proyecto hace ya un cuarto de siglo. Fundada en 1998, la bodega ocupa un antiguo convento trinitario del siglo XVI, rehabilitado con sensibilidad y respeto para acoger no solo el vino, sino también la creatividad.

Arquitectos de profesión, ambos asumieron el reto de adquirir y restaurar el edificio para convertirlo en sede de la bodega, situada junto a los viñedos que plantaron en la zona baja de la finca. El lugar, que permaneció durante décadas prácticamente abandonado, había sufrido un lento proceso de degradación tras la Desamortización, siendo utilizado con el tiempo para diversos fines agrícolas y ganaderos. En el pasado, concretamente desde 1505, fue el hogar de la Orden Trinitaria, gracias a un privilegio concedido por Juana I de Castilla.

En esta zona, en otros tiempos, ya se cultivaba la vid y se elaboraba vino. Documentos antiguos del archivo municipal y otros facilitados por la propia orden trinitaria demuestran que los monjes del convento tenían conocimientos sobre viticultura.

A lo largo de estos años, Descalzos Viejos ha construido una identidad propia. Sus vinos, elaborados con variedades como garnacha, graciano, cabernet Sauvignon o syrah, envejecen en la antigua iglesia del convento, convertida hoy en sala de barricas, bajo frescos del siglo XVI. “El edificio impone una energía especial. No puedes replicar un espacio con 520 años de historia”, afirma Flavio, subrayando la diferencia entre construir una bodega desde cero y adaptarse a un lugar cargado de memoria.

“Hoy ya contamos con un producto maduro y reconocido en el mercado”, explica. El proyecto nació en un momento en que el vino de Ronda apenas despuntaba en el mapa vinícola nacional. Las prácticas orgánicas, el respeto por lo natural y el esfuerzo colectivo de varias pequeñas bodegas marcaron el inicio de un resurgir que apostaba por menos cantidad y más calidad. “Nacimos en una etapa muy interesante, en la que las regiones pequeñas y artesanales comenzaban a ganar visibilidad”, recuerda.

Pero Descalzos Viejos no es solo vino. Desde hace más de una década también acoge el ciclo DV+Happy Place Records, una propuesta que fusiona arquitectura, música y vino en conciertos cuidadosamente seleccionados. “Es algo que surgió casi por casualidad, al conocer a Joaquín y Paco de Happy Place. Hoy ya se ha convertido en una cita esperada”, cuenta Flavio. Este año, con motivo del 25º aniversario, el evento reunió a tres bandas y tres DJs, entre ellos nombres reconocidos como Tito Ramírez o Pájaro. “El público es muy heterogéneo y la experiencia siempre deja huella”, asegura.

De cara al futuro, Flavio señala que los principales retos de la bodega pasan por mantener la calidad y recoger los frutos de años de esfuerzo. La marca ya es reconocida y sus vinos viajan a distintos rincones del mundo, llevando consigo el sabor de Ronda y el carácter de su tierra. Aunque la bodega ha recibido numerosos premios y reconocimientos, para Flavio lo más importante sigue siendo el apoyo del público: “Lo más bonito es ver una botella nuestra en una mesa, en una casa, entre amigos. Es el mejor premio, el más real”.

Descalzos Viejos ha demostrado que otra forma de hacer las cosas es posible: una forma más lenta, más consciente, pero profundamente duradera.

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